viernes, 7 de septiembre de 2012
DESPUÉS DE DIOS... ESTÁ LA VEGA
Es de madrugada y ese frío seco de invierno tan característico de nuestro Santiago querido cala nuestras cabezas como si fuese una juvenil resaca de pisco barato. El sonido ambiente es levemente surrealista para el horario, así como lo es el aroma a fruta en vías de putrefacción que se disfraza de manjar para vagabundos madrugadores que se mueven con soltura entre camiones y la cómplice dinámica comprador /feriante que parece sacada de los mas didácticos textos de economía doméstica.
Este es el panorama que encontramos hoy en la Vega Central, el cual no dista mucho de lo que nuestros tatarabuelos también fueron testigos desde su creación en 1895 . De este modo más de un siglo de existencia en el cual han transitado mas de una veintena de Presidentes (dato freak), avalan su irrefutable status de principal Mercado de Abastos de nuestra ciudad.
Empotrada en el corazon de Recoleta e Independencia, La Vega emerge como una vecina coqueta y empoderada a la vez, en un barrio multicultural que cobija desde el Mercado Central (su primo hermano), hasta el cementerio general, pasando por por la pergola de las flores (un infierno para los alergicos) y la esquizofrenia contenida del hospital psiquiatrico.
Con la frente en alto y de manera estoica , La Vega ha sabido soportar el sucio y duro embate de la comida enlatada imperecible del lado oscuro de la fuerza, mediante una defensa acérrima al producto natural, es decir; al tomate que huele a tomate , el ají que pica dos veces ( a veces 3) y manzanas tan rojas como los mismisimos ojos de Lucifer.
Además de esto y con un perspicaz e inteligente sentido de la reinvención, La Vega ha sido la gentil y noble anfitriona de la riqueza gastronómica de nuestros países vecinos, los cuales han encontrado en La Vega un lugar de acogida para sorprendernos y deleitarnos con su amplia variedad de productos y sabores desconocidos hace tan solo un par de años atrás. Peruanos y colombianos principalmente nos ponen a disposicion su riqueza de productos, los cuales poco a poco se van incorporando en nuestra cotidianidad.
Como si fuera poco, cruzando la calle nos encontramos con la denominada “Vega Chica”, la cual es poseedora de un amplio mercado gastronómico el que resalta por su abundancia y precios que en ocasiones alcanzan la ridiculez, como el sublime caldo de pata por 500 pesos o una rica cazuela componedora por solo 1 luquita. Obviamente el pancito y el pebre mega cuchareado corren por cuenta de la casa. Ni hablar de las cocinerías peruanas y colombianas que gozan de una popularidad que mas de algun candidato presidencial quisiese tener.
Sería injusto y poco prolijo a la vez, recomendar alguna cocinería en particular, ya que no pretendemos bajo ningun motivo influenciar vuestro libre albedrío.
La idea es que tus instintos hagan el trabajo, experimentar el vértigo de arriesgarse a una experiencia distinta alejada de la siutiqueria de mantel largo, y mas enfocado en el sabor y enjundia de la verdadera comida del pueblo. Una comida sencilla y sabrosa sin mas pretensiones que una guatita llena y un corazon bien contento.
Vagabundos, cesantes,dueñas de casa, borrachos, viejas pitucas, apitutados y marginales, sean todos bienvenidos a La Vega Central, abundante y generosa con todos sus visitante y fiel compañera de su pueblo en tiempos de vacas flacas. Lugar imperecible al paso del tiempo, de alegría intrinseca, que día a día yace en los rostros de todos aquellos comerciantes llenos de picardía y sonrisa fácil que hacen de La Vega un lugar único y sin lugar a dudas uno de nuestros imperdibles favoritos de SCL.
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Me gusta el tema, la forma de tratarlo y el estilo que utilizas, ya tiene personalidad!
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